Las
autoridades en El Vaticano están tomando todas las precauciones posibles para
evitar que se filtre cualquier información sobre el cónclave que debe elegir al
próximo Papa y que se inicia este martes.
La elección de un nuevo Pontífice
siempre ha conllevado una extraña mezcla de rituales eclesiásticos, discusiones
democráticas y miedo obsesivo a la intervención de intereses de terceras
partes.
Los apartamentos papales en el
piso superior del Palacio Apostólico del Vaticano permanecerán cerrados y
sellados hasta que el nuevo Papa sea elegido.
Durante cientos de años y para
evitar filtraciones, puertas con doble revestimiento han preservado el
secretismo en el interior del palacio.
Las papeletas de votación son
quemadas después de cada elección para evitar cualquier análisis posterior
sobre quién votó a quién. De ahí las tradicionales estufas, una en la que se
queman las papeletas y otra para emitir humo negro o blanco para avisar al
mundo exterior del resultado de la votación.
Pero también utilizan tecnología
del siglo XXI para acorazar la Capilla Sixtina y aislar a los cardenales
asistentes al cónclave electrónicamente y telefónicamente del mundo exterior
hasta que uno de ellos haya recibido los dos tercios de los votos necesarios
para ser declarado obispo de Roma.
En todas las ventanas del área
donde se celebrará el cónclave se han colocado láminas de plástico opacas para
evitar que los fotógrafos puedan tomar fotos desde afuera.
Además, los teléfonos móviles
serán prohibidos y el personal administrativo será registrado por gendarmes
vaticanos para asegurarse de que nadie rompe el embargo sobre la identidad del
nuevo Papa cuando la chimenea en el techo de la Capilla Sixtina empiece a
emitir el humo blanco.
"Buena fe"
Benedicto XVI parece haber
intentado evitar que se le pueda criticar por influenciar el resultado de la
elección papal.
"Dependemos de la buena fe y
la confianza de los cardenales", aseguró hace unos días el portavoz del
Vaticano Federico Lombardi.
Este cura jesuita ha sido la
única fuente oficial de información sobre las discusiones sobre el futuro Papa
iniciadas el pasado 1 de marzo.
Una suite especial de la
residencia vaticana Sanctae Marthae en la que se alojarán los 115 cardenales
durante el cónclave, será utilizada por el nuevo Papa como residencia temporal
una vez sea anunciada su elección.
El sastre vaticano Lorenzo
Gamarelli ya ha entregado tres sotanas papales al Vaticano para que el nuevo
Pontífice pueda vestir sus nuevas ropas blancas minutos después de ser elegido.
De momento, de acuerdo con El
Vaticano, ninguno de los cardenales electores ha viajado al Castillo de
Gandolfo, situado a unos 25 kilómetros al sudeste de Roma, donde el Papa
emérito Benedicto XVI ha estado viviendo desde su retirada a fines de febrero.
El colegio electoral se limitó a
enviarle un mensaje de gratitud general por sus servicios a la iglesia.
Y es que Benedicto XVI parece
haber intentado evitar que se le pueda criticar por influenciar el resultado de
la elección papal.
Es por ello que se retiró de la
escena vaticana, aunque pretende volver a vivir de forma permanente tras los
muros del Vaticano en un futuro próximo.
El mero hecho de que él haya
nombrado a 60 de los 115 cardenales que elegirán a su sucesor habla por sí
mismo.
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