El Hospital Militar Carlos Arvelo de Caracas guarda desde el domingo el verdadero alcance de la enfermedad del presidente venezolano, Hugo Chávez. Lo conocen los gobernadores chavistas, que ayer asistieron a una reunión con el vicepresidente, Nicolás Maduro, y el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, en la que fueron informados de la evolución del cáncer; lo sabe también el presidente de Bolivia, Evo Morales, que viajó a la capital para tratar de descifrar el secreto mejor guardado del Caribe.
Y lo intentan conocer los partidarios del presidente, que desde el
lunes se congregaron cerca del centro de salud para celebrar su regreso. Ayer
se retiraron siguiendo órdenes de la alta jerarquía del Partido Socialista
Unido de Venezuela, que pidió “respetar el entorno del presidente”. La vigilia
se ha trasladado ahora a las plazas Bolívar de Venezuela.
No es la primera vez que Chávez es internado en el Hospital Militar,
inaugurado por el dictador Marcos Pérez Jiménez en 1956. Allí se enfrentó a la
tercera fase de su tratamiento entre agosto y septiembre de 2011 y fue operado
de la vista en 1993. Esos detalles tal vez no sean ahora del todo importantes.
Al margen de la calidad de su plantilla médica, el Hospital Militar
Carlos Arvelo reúne todas las condiciones para que se mantenga el misterio: un
piso, el noveno, que solo atiende a oficiales de alto rango, custodiado por la
Policía Militar, a la que se ha sumado, según medios locales, agentes de
inteligencia, camuflados entre un personal que tiene acceso parcialmente
restringido al lugar donde está el presidente.
Según los medios locales, agentes secretos se han incorporado al
plantel del hospital para reforzar la seguridad
Situado al oeste de Caracas y muy cerca de los enclaves chavistas más
radicales, el centro es una estructura que, como casi todas, exhibe en su
fachada una imagen enorme del mandatario acompañada de expresiones como
“Revolución, independencia, salud o nada”.
En los Gobiernos anteriores solo podían ser atendidos militares
activos o retirados, junto a sus familiares. Era una taza de plata en medio de
la decadencia del sistema de salud público, pero no era —ni es— una institución
especializada en el tratamiento del cáncer.
Chávez integró el centro a uno de sus programas sociales, Barrio
Adentro, y desde entonces, los signos de deterioro se han acrecentado. “Y al
ampliar el número de pacientes tiene que disminuir la calidad”, agrega el ex
ministro de Defensa Fernando Ochoa Antich.
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