Jorge María Bergoglio |
El 13 de marzo a las 20:12 de la tarde, cuando el cardenal Jean-Louis Touran pronunció el clásico "habemus Papam", Jorge María Bergoglio no estaba en las quinielas.
La sorpresa que trajo su nombre y la alegría desbordada de miles de personas bajo la lluvia en la plaza de San Pedro son mis primeros recuerdos de la elección del papa Francisco.
Asombro y entusiasmo irrefrenable en un lugar poco amigo de lo inesperado, el Vaticano, donde todo parece suceder según un guión escrito hace siglos.
En ocasiones, cada 600 años o así, se rompe el molde. Fue lo que ocurrió la mañana del 11 de febrero, cuando el papa Benedicto XVI, afectado por la edad, pero también por las críticas a su manejo de los escándalos de abusos a menores en la Iglesia y los malos manejos del banco Vaticano, anunció su renuncia en forma sorpresiva, la primera desde 1415.
La sorpresa que trajo su nombre y la alegría desbordada de miles de personas bajo la lluvia en la plaza de San Pedro son mis primeros recuerdos de la elección del papa Francisco.
Asombro y entusiasmo irrefrenable en un lugar poco amigo de lo inesperado, el Vaticano, donde todo parece suceder según un guión escrito hace siglos.
En ocasiones, cada 600 años o así, se rompe el molde. Fue lo que ocurrió la mañana del 11 de febrero, cuando el papa Benedicto XVI, afectado por la edad, pero también por las críticas a su manejo de los escándalos de abusos a menores en la Iglesia y los malos manejos del banco Vaticano, anunció su renuncia en forma sorpresiva, la primera desde 1415.
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