"Crear es resistir, resistir
es crear", fue una de las freses del texto que es considerado una de las
fuentes de inspiración de movimientos como Occupy Wall Street, en Nueva York.
Sobrevivió a un campo de
concentración durante la Segunda Guerra Mundial y se naturalizó francés en
1939, después de que emigró desde su Alemania natal con su familia. Tras la guerra, Hessel se dedicó
a la diplomacia y a defender los Derechos Humanos.
"Les deseo a todos, a cada
uno de ustedes, que tengan su motivo de indignación. Es algo precioso. Cuando
algo nos indigna, como a mí me indignó el nazismo, nos volvemos militantes,
fuertes y comprometidos", dijo en su libro ¡Indígnese! (Indignez-vous!, en
francés), que se publicó en 2010, vendió más de 3 millones de copias y ha sido
traducido a 32 idiomas.
Segunda Guerra Mundial
Hessel nació en Berlín en 1917 y
llegó a Francia a los 7 años. Su madre, una artista, y su padre, un escritor
judío, eran amigos de artistas como Marcel Duchamp y Pablo Picasso, así como
del cineasta François Truffaut.
Después de una educación en medio
de la literatura, el arte y la filosofía, Hesell fue llamado por la armada
francesa tras un ataque del ejército a la orden de Adolf Hitler.
Combatió en varios frentes
durante dos años y en 1944 fue detenido por las tropas nazis en Francia y
deportado al campo de concentración de Buchenwald.
Luego de numerosas tentativas de
fuga y el paso por diversos campos de concentración, Hessel escapó en un tren y
dedicó el resto de su vida a la diplomacia gala.
Fue nombrado representante para
la secretaría general de Naciones Unidas, donde participó en la redacción de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Como embajador de Francia ante
ese organismo estuvo en África y Francia. Y fue ministro y político por el
Partido Socialista francés.
Después de su retiro, cuando una
pequeña editorial francesa publicó su manifiesto de 32 páginas en 2010, Hessel,
ya de 93 años, salió del anonimato.
Su libro, que es un llamamiento a
la juventud para que se manifieste en contra de las injusticias y la
corrupción, fue citado como fuente de inspiración por varios de los movimientos
ciudadanos que durante todo ese año inundaron las calles de Estados Unidos y
Europa. Y, quizá también, del mundo, si se añaden dentro de esa misma ola
manifestaciones como la Primavera Árabe y las protestas estudiantiles en Chile.
"Es nuestra obligación velar
por los principios y valores, porque nuestra sociedad siga siendo una sociedad
de la que estemos orgullosos: y no esta sociedad de indocumentados, de
expulsiones, de sospechas con respecto a la inmigración; no esta sociedad en la
que se cuestionan las pensiones, los logros de la Seguridad Social; no esta
sociedad donde los medios de comunicación están en manos de los
poderosos", dice el texto.
Durante su carrera diplomática
Hessel abogó por causas como la lucha en contra de la desigualdad, la causa de
los palestinos por un Estado, la protección del medio ambiente y la defensa de
la inmigración y la libertad de expresión.
Hessel fue objeto de críticas,
entre ellas la del activista judío francés Gilles-William Goldnadel, quien lo
acusó de exagerar su participación en la creación de la la Declaración
Universal de los Derechos Humanos.
Según Goldnadel, la prensa de
izquierda francesa idealizó como un "santo secular" a quien antes
había sido un manifestante y un fuerte crítico de la política israelí.
No obstante, los argumentos de
Hessel -que fueron recogidos en ese manifiesto que después de su publicación
vendió un millón de copias en diez meses y se regó por internet- tuvieron un
enorme impacto.
"Tengo suerte de poder estar
activo, andar por ahí, y mi memoria todavía funciona. Pero esto no va a durar mucho
y espero un bonito adiós a este mundo cuando sea el momento", había
manifestado en conversación con BBC Mundo. Y este miércoles, tras la muerte
del escritor, vuelven a ser recordados.
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