Claudio Abbado siempre pidió que no lo llamaran maestro. Sin embargo, esa petición era imposible de conceder: su compromiso con la música clásica y su deseo de llevarla a todos los públicos lo habían convertido en un hombre digno de ese calificativo. Maestro y luchador.
Claudio Abbado |
Y ese título resuena mucho más con la noticia de su muerte, ocurrida este lunes a los 80 años de edad en Bolonia, Italia.
"Un extraordinario músico y un hombre valiente", dijo la viceministra de Cultura italiana, Ilaria Borletti Buitoni, al conocer la noticia de su fallecimiento.
Valiente. También era buen calificativo para quien se atrevió a llevar la música clásica -en especial la de su admirado Gustav Mahler- a todos los rincones del planeta.
Después de la muerte de Herbert Von Karajan -quien fue su padrino musical- en 1989, Abbado, heredó el título de "mejor director de orquesta del mundo", refrendado por un premio otorgado por el diario británico Financial Times.
El ascenso
Nacido en 1933 en Milán y estudioso del piano, debutó en mítica La Scala en 1960 durante un homenaje al músico italiano Alessandro Scarlatti. Posteriormente, Abbado fue director entre 1968 y 1986.
Desde 1971 se convirtió en el director de la Filarmónica de Viena y, entre 1986 y 1991, de la Staatsopede de la capital austríaca. En su carrera, también estuvo al frente de la Filarmónica de Berlín y la Orquesta Sinfónica de Londres.
Pero más allá de su enorme capacidad como conductor, fue un destacado impulsor cultural. Fue el inspirador del festival de música contemporánea "Wien Modern" en 1987.
También fue el director artístico del Festival de Pascua de Salzburgo en 1994 y asesor artístico de la Orquesta de Cámara de Europa y en Suiza de la Lucerne Festival Orchestra de 2003.
Las orquestas juveniles
Además de los méritos que trae dirigir dos de las orquestas más importantes del planeta, la Filarmónica de Berlín y La Scala de Milán, Abbado se ganó el respeto de sus colegas y discípulos por su empeño en fomentar talentos juveniles.
No solo cuenta con la fundación de la orquesta juvenil Gustav Mahler y de la Comunidad Europea en 1978.
Después de algunos viajes a América Latina, en especial a Venezuela, se transformó en el gran mecenas espiritual y musical de la orquesta juvenil Simón Bolívar de ese país.
Fue Abbado quien descubrió al prodigio Gustavo Dudamel y se convirtió en el gran promotor de su brillante carrera.
Legado
Otra de sus grandes pasiones y a la vez motivos de lucha, fueron la protección del medio ambiente. En alguna ocasión le preguntaron si volvería a dirigir la orquesta de La Scala. "Por supuesto que lo haría, si me pagaran plantando 90.000 árboles lo haría con gusto", respondió.
Sin embargo, el diágnóstico de cáncer en el estómago primero en el año 2000 y después en 2010, lo fueron alejando de los escenarios.
Abbado fue nombrado senador vitalicio de Italia el pasado 30 de agosto y decidió destinar su sueldo a la Escuela de Música de la pequeña localidad de Fiesole, en el centro del país, como un aporte a la promoción de la música clásica.
Este lunes, la muerte venció al músico, pero no a su obra, porque como él mismo se lo dijo a la BBC en una entrevista en 2010: "Sin música, el mundo sería un lugar terrible".
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