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Latinos reducen educación a punta de golpes a sus hijos en EEUU



Nueva York.- Chancletazos, palmadas, nalgadas, correazos: distintas palabras para un mismo terror. Generaciones de hispanos han crecido bajo la amenaza del castigo corporal de sus padres, pero la experiencia inmigratoria está cambiando esa costumbre.

Los expertos aseguran que pegar a los niños tiene cada vez menos arraigo en nuestra comunidad. La toma de conciencia sobre los efectos nocivos de esa práctica y el temor a que los hijos puedan ser removidos del hogar por las autoridades en caso de abuso son las causas de este importante cambio cultural.

"Aunque muchos padres vienen de países en donde eso era aceptable, han aprendido que Estados Unidos tiene reglas distintas", dijo Jocelyn Rodríguez, directora de cuidado y educación temprana para el Comité de Niños y Familias Hispanas (CHCF, por sus siglas en inglés). "Trabajamos diariamente con padres, educadores y niños, y los casos de maltrato que observamos son mucho menos que antes", agregó.

De acuerdo con la organización Safe Horizon, una organización que defiende a víctimas de violencia, las personas que han sufrido abusos durante la infancia tienen más probabilidades de exhibir un comportamiento antisocial cuando adultos, incluyendo desórdenes en la personalidad y estallidos de violencia. Según cifras recopiladas por dicha organización, casi la mitad de los menores abusados experimentan retrasos en su desarrollo cognitivo, lo que se traduce en problemas en el lenguaje y de aprendizaje en la escuela.

La Administración de Familias, Jóvenes y Menores del Departamento de Salud y Servicios Humanos de la Nación publicaron recientemente un informe en el que se señala que el 46% de los menores sin techo del país huyó de hogares en donde eran víctimas de abusos físicos. 

El 59% de esa población tiene altas probabilidades de terminar en la cárcel antes de cumplir 18 años. Las estadísticas también demuestran que aunque la problemática persiste, ha descendido bastante en los últimos 20 años. A principios de la década de los 90, 15.2 de cada 1,000 menores de 18 años era víctima de abusos.

En 2011, la cifra bajó a 9.1 y, entre los latinos, a 8.6, por debajo incluso de la media nacional. Estos datos confirman que muchos padres hispanos se han replanteado la manera en que disciplinan a sus hijos, aunque ellos hayan vivido otra realidad en su propia infancia.

"Cuando mis hermanos y yo nos portábamos mal, nuestro padre sacaba el cinto y nos sacudía con la hebilla", relató el ecuatoriano Matías López (45), residente en Queens y padre de tres hijos. "Lo veíamos como algo normal y no creo que saliéramos mal por ello, pero es algo que nunca les haría a mis hijos. Eso es de otra época".

La también ecuatoriana Lilia Márquez (42) tiene claro que hoy día hay formas mucho más efectivas de educar a sus hijos que el castigo físico. "Jamás he puesto la mano encima a mis niños porque sé que puede ser malo para ellos y además no sirve de nada", señaló Márquez, madre de dos adolescentes. "Cuando les quiero castigar, les quitó los celulares y la computadora. Eso sí que les duele y les hace aprender lo que está bien y lo que está mal".


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