El pase del anillo papal a Francisco I |
Ante los poderosos de la tierra
reunidos en la plaza de San Pedro, Francisco ha inaugurado su pontificado
advirtiendo: “No olvidemos nunca que el verdadero poder es el servicio”. Jorge
Mario Bergoglio ha dicho que quiere ser un obispo de Roma que cuide “de los más
pobres, de los más débiles, de los más pequeños, de quien tiene hambre, sed, es
extranjero, está enfermo o en la cárcel”.
En una homilía pronunciada en un
italiano con dejes porteños, el Papa argentino ha invitado a todos –a los
católicos y a los que no lo son—a cuidar de los demás: “No debemos tener miedo
de la bondad ni de la ternura. El odio, la envidia y la soberbia ensucian la
vida”.
De nuevo, su aparición en público
ha estado cargada de gestos. Antes de orar ante la tumba de Pedro —acompañado
por los patriarcas y arzobispos mayores de las iglesias católicas de rito
oriental— y de recibir el anillo del Pescador y el palio —símbolos de su
poder—, Francisco recorrió durante más de 20 minutos y a bordo de un jeep
descubierto la plaza de San Pedro abarrotada de fieles.
Después, se las ingenió para hacer coincidir
las lecturas del día —onomástica de San José— con su objetivo de girar la
atención de la Iglesia hacia los más necesitados: “Ciertamente, Jesucristo ha
dado un poder a Pedro. Pero, ¿de qué poder se trata? Nunca olvidemos que el
verdadero poder es el servicio, y que también el Papa, para ejercer el poder,
debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe de San José y,
como él, abrir los brazos para custodiar a todo el pueblo de Dios y acoger con
ternura y afecto a toda la humanidad”.
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