El retroceso de la libertad en el planeta ha prevalecido en los últimos ocho años, según los informes anuales de la organización no gubernamental estadounidense Freedom House.
Un tercio de la humanidad vive bajo el control de regímenes que limitan las libertades civiles y políticas. Esa proporción podría incrementarse en el futuro próximo, si continúan los asaltos más o menos abiertos a las democracias de los países en desarrollo. Mientras, la crisis financiera y el estancamiento económico erosionan la credibilidad de ese sistema político, que se enfrenta al éxito aparente de un renovado autoritarismo.
El retroceso de la libertad en el planeta ha prevalecido en los últimos ocho años, según los informes anuales de la organización no gubernamental estadounidense Freedom House. El último estudio recogió datos de 195 países y 14 territorios, que fueron evaluados de acuerdo con la situación de los derechos políticos y las libertades civiles. Como guía para ese examen los expertos utilizaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por Naciones Unidas en 1948.
El estancamiento de la democracia
Según el más reciente reporte “Libertad en el mundo”, 88 países se consideran libres. En estos estados habitan alrededor de 2.800 millones de personas. Otras 59 naciones clasifican como “parcialmente libres” y las restantes 48 como “no libres”. Dicho de otra manera, al cierre de 2013 seis de cada 10 personas en el planeta no disfrutaban a plenitud de las prerrogativas civiles y políticas consagradas por las normas internacionales.
La Freedom House publica estos informes desde 1972. Aunque la humanidad ha experimentado avances innegables en décadas pasadas, el estancamiento de la democracia se ha hecho evidente en los primeros dos decenios del siglo XXI. El balance entre el número de sociedades libres y aquellas dominadas por regímenes autoritarios se ha mantenido casi inalterable.
Una de las razones de este marasmo podría ser el temor a la inestabilidad que ha paralizado a las clases medias en países en desarrollo. “Desde Argelia hasta Zimbabue, la clase media en ascenso ha apoyado con frecuencia a los militares como un baluarte contra la democracia popular, pues teme que esta empodere a los pobres, los religiosos y los de menos educación”, apunta el periodista norteamericano Joshua Kurlantzick en un artículo para la revista Foreign Policy.
Además, la democracia ha perdido atractivo para muchos. De acuerdo con sondeos citados por Kurlantzick, el respaldo a los sistemas democráticos ha descendido en el África Subsahariana, Asia Central, las extintas repúblicas soviéticas, varios países de América Latina e incluso en naciones desarrolladas como España, donde el manejo errático de la crisis por socialistas y populares ha engrosado las filas del escepticismo.
Valdría la pena preguntarse entonces si ha fallado la democracia como ideal o su aplicación en contextos tan diversos. La importación de modelos de organización política creados en Europa y Norteamérica ha estimulado, de hecho, conmociones sociales en regiones con una evolución histórica muy diferente.
Freedom House señala cómo algunos líderes se valen de un “moderno autoritarismo”, mediante el cual reprimen a la oposición política sin aniquilarla y se burlan del Estado de derecho, gracias a una máscara de orden, legitimidad y prosperidad. “Un elemento fundamental para los autoritarismos es el control de las instituciones que sustentan el pluralismo político. Ellos buscan no solo dominar los poderes ejecutivo y legislativo, sino también los medios, la justicia, la sociedad civil, la economía y las fuerzas de seguridad”, explica la organización.
Rusia constituye el ejemplo paradigmático de este nuevo método de los regímenes despóticos. Como afirma el documentalista británico Peter Pomerantsev, en ese país euroasiático se realizan elecciones, “pero están arregladas para fortalecer el poder del Kremlin”; existe una sociedad civil que recibe financiamiento estatal si congenia con el régimen y es reprimida cuando manifiesta posiciones independientes; y los medios fuera de la sombrilla federal apenas pueden expresar opiniones contrarias al gobierno de Vladimir Putin.
“Este régimen ha creado un mundo de instituciones y narrativas simuladas, donde nada puede considerarse genuino, y no solo el sistema financiero sino también el lenguaje y las ideas han sido corrompidos”, lamenta Pomerantsev en su ensayo “Rusia: ¿Una dictadura posmoderna?”.
Sin embargo, acota Freedon House, las abundantes riquezas energéticas de Rusia, Azerbaiyán y Kazakstán, han actuado como un escudo protector contra la condena de gobiernos democráticos. Los tres países han acogido reuniones internacionales y eventos deportivos, sin importar el deterioro de las libertades civiles y políticas. La ciudad rusa de Sochi acogerá este mes los Juegos Olímpicos de Invierno, a pesar de la repulsa internacional por la represión de Moscú contra disidentes y miembros de la comunidad LGBT (lesbianas, gays, bisexuales y transexuales).
América Latina aparece dividida en la geografía de la libertad dibujada por Freedom House. Cuba clasifica como el único país “no libre”, mientras el grupo de naciones “parcialmente libres” incluye a México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Venezuela, Colombia, Ecuador, Bolivia, Paraguay y Haití.
Observadores de la región han alertado sobre la influencia negativa sobre la democracia del modelo populista instaurado por Hugo Chávez. El estilo de gestión del fallecido presidente venezolano ha sido adoptado en mayor o menor medida por otros mandatarios de izquierda como Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador), Cristina Fernández (Argentina) y Daniel Ortega (Nicaragua).
“El núcleo del método chavista es el uso de plebiscitos masivos con el objetivo de transformar las instituciones establecidas, desmantelar el control y el equilibro, concentrar el poder en manos del presidente y promover la reelección inmediata”, asegura Kurt Weylan, profesor de la Universidad de Texas, Austin, en un artículo para la revista The Atlantic.
Los nuevos populistas de izquierda en América Latina –sucesores en algunos casos del populismo de derechas de los años 90—han socavado las bases del pluralismo y la democracia representativa. “El líder es la estrella de un drama en el cual ‘el pueblo’ lucha heroicamente bajo su dirección contra los enemigos egoístas y corruptos, dentro del país y en el extranjero”, apunta Weylan. Esa visión de “todo o nada”, donde la oposición se convierte en “enemiga del pueblo”, daña a la democracia en la región.
Los 10 países menos libres
Según el informe de Freedom House, los países con peores resultados en la evaluación sobre las libertades políticas y civiles fueron: República Centroafricana, Somalia, Guinea Ecuatorial, Sudán, Eritrea, Siria, Corea del Norte, Turkmenistán, Uzbekistán y Arabia Saudita.
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