El autor es periodista Relacionista Publico |
Por MARINO
BAEZ
No me quejo
porque quiero, sino porque siento los avatares destructores del pensamiento social
que pulula dentro y en las afueras del bailoteo politiquero, que con el
transcurrir de los años se torna más incomprensible y sombrío, cuando se trata
de buscar solemnes alternativas para concatenar esfuerzos de solución a los
perennes problemas de la partidocracia dominicana.
Estoy cansado del
silencio de los políticos, cuando se trata de salvaguardar los intereses de los
hijos de machepa; y reflexiono en nombre de quienes no tienen los medios para desahogarse,
porque si cometo el error de guardar silencio, me convierto en el imperativo erróneo
del habla inmunda que sólo vocifera a través de los medios cuando anda detrás del
continuismo.
El ausentismo consuetudinario
e hiperactivo de los “políticos y héroes del silencio” esta cimentado en el
fundamentalismo de “hacer lo que nunca se ha hecho” a imagen y semejanza de sus
intereses, poniendo como base subvencionista los recursos del estado, sin
embargo, guardan silencio cuando es oportuno hablar, apoyan las alabanzas de
los oportunistas, se abstienen de hablar cuando es necesario refutar una
falsedad y callan la verdad cuando hay que salvar la reputación de un hermano, porque
actúan en común acuerdo con trepadores, cómplices y bandidos de su mismo
entorno.
Los males que
afectan la nación dominicana, con efectos múltiples de complicidad política, tienen
su principal base en la terrible maldición que pesa sobre las armoniosas
relaciones entre los gobiernos de turno, que
mientras están en campaña atiborran de ofrecimientos a los dominicanos y
tras su paso por el poder olvidan las promesas ofertadas.
En el ocaso del infortunio
que nos espera de los políticos que firman con el nombre que menos vergüenza
les causa, pues, nos encontramos solos, sin sombra, pidiendo que nos devuelvan
las cosas que alguna vez fueron nuestras y que nos fueron arrebatadas por los
solitarios que hablan y siempre niegan su soledad, yéndose a un sitio más tranquilo,
adonde conviven con sus colegas fantasmas pertenecientes al mismo bando de la
partidocracia.
Son incomprensibles,
terratenientes de lo baldío, que hacen y aprueban las leyes a su conveniencia, formulan
proyectos oportunistas, fabrican expedientes, defienden narcotraficantes,
comulgan con los políticos corruptos, contratan empresas constructoras a fines,
para que le devuelvan parte de los presupuestos, cabildean con el Poder
Judicial la libertad de personas vinculadas a todo lo que está mal, porque para
los políticos el mal está por encima del bien y lo inmoral está por encima de
lo moral, o sea, todo esto, porque tienen “la sartén por mango y el mango también”.
De acuerdo a mis
consideraciones, la política es la ciencia más pura y ordenada de la sociedad,
siempre que se cumpla con los parámetros y lineamientos establecidos,
dispuestos para ordenar los estados y quienes incursionen en ella se adapten a
los principios establecidos y que de acuerdo con Aristóteles, ganó popularidad
en el siglo V Antes de Cristo.
Según los
principios funcionales que definen el Estado, este debe ser administrado como
un órgano de conducción, síntesis y previsión, sin embargo, en el caso
especifico de República Dominicana, dichos términos están divorciados de la
realidad, porque quienes los administran entienden que este es un patrimonio
del partido que lo administra, donde sus bienes y recursos recaudados se lo
distribuyen a merced de sus necesidades.
De seguir por el camino que vamos, nos convertiremos
en un país fallido, si es que en la actualidad no lo somos.
El autor es periodista
Vive en Bonao
Martes 1, 2013
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