Diogo Cunha fue parte del millón de brasileños que salieron a las calles el
jueves a mostrar que las protestas que sacuden su país aún crecen, pese a los
intentos de las autoridades de calmarlas con bajas de tarifas de transporte y
otros gestos.
"La tarifa de ómnibus no es el único motivo de la manifestación: el
país está cansado de la corrupción, de los privilegios de los políticos, del
desorden en la educación y la salud", dijo Cunha mientras asistía a una
marcha masiva en Rio de Janeiro, una de las más de 100 ciudades de Brasil donde
hubo protestas.
"Básicamente tenemos que cambiar un país entero, no sólo el boleto de
ómnibus", añadió este técnico electrónico de 32 años en un diálogo con BBC
Mundo.
El aumento de las manifestaciones en número de gente y ciudades, varias con
escenas de violencia que incluyeron un muerto, llevó a la presidenta Dilma
Rousseff a cancelar un viaje a Japón y convocar una reunión de emergencia de su
gabinete para este viernes.
Dos preguntas simples sobrevolarán ese encuentro: ¿por qué aumenta la
revuelta popular en un país que era presentado como modelo de progreso
económico y social? ¿Y qué puede hacerse para apaciguar la situación?
Y todo indica que ninguna de las dos interrogantes tiene respuesta simple
para las autoridades brasileñas.
"Más difícil"
Las rebajas de las tarifas de transporte colectivo anunciadas esta semana
en Río, Sao Paulo y otras ciudades del país donde acababan de aumentar era el
reclamo más visible de las protestas callejeras cuando arrancaban hace dos
semanas.
Pero la gama de demandas que se se incorporaron con los días y se
escucharon en las calles el jueves es amplia y los propios manifestantes
admiten que su resolución será más ardua que en el caso de la tarifa de
transporte.
"Con seguridad va a ser más difícil", comentó Daniela Peixoto
Tavares, una abogada de 38 años que manifestó en Rio con un cartel "contra
la impunidad".
De hecho, si hay un denominador común en las protestas es el descontento
con los gobernantes y la clase política brasileña en general, en general
expresado de forma pacífica pero a veces también con ira.
Las manifestaciones de este jueves volvieron a dirigirse hacia símbolos de
poder.
En la capital Brasilia, un grupo de personas intentó invadir el ministerio
de Relaciones Exteriores y lanzaron objetos contra sus ventanales. La policía
respondió con balas de goma y gases lacrimógenos; hay reportes de al menos 30
heridos.
En Rio la protesta de 300 mil personas tenía el objetivo de llegar a la sede
de la Alcaldía, pero la policía lo impidió tirando gases lacrimógenos y balas
de goma. Los incidentes se extendieron por el centro de la ciudad y dejaron más
de 60 heridos.
Los manifestantes tuvieron también consignas contra el Mundial de Fútbol
2014 en Brasil, que ven como un despilfarro de recursos públicos en estadios y
obras asociadas en un país con problemas grandes de educación y salud.
Varios carteles publicitarios relacionados a ese evento deportivo fueron
destrozados con furia por los manifestantes a lo largo de una avenida céntrica.
"Divorcio"
Paulo Henrique Martins, un brasileño que preside la Asociación
Latinoamericana de Sociología, dijo que en estas protestas "es importante
señalar en divorcio entre los partidos políticos y movimientos sociales".
"Los principales mentores (de las protestas) son estudiantes
universitarios o jóvenes profesores que vienen debatiendo en las aulas (…) el
problema del deterioro de la gobernabilidad en Brasil"
Paulo Henrique Martins, Asociación Latinoamericana de Sociología,
A su juicio, eso apunta a la importancia de una reforma política que será
una bandera importante para las elecciones del año que viene.
"Los principales mentores (de las protestas) son estudiantes
universitarios o jóvenes profesores que vienen debatiendo en las aulas (…) el
problema del deterioro de la gobernabilidad en Brasil", indicó Martins a
BBC Mundo.
Los especialistas advierten que resulta difícil predecir cómo seguirá este
movimiento, que tuvo un muerto en Ribeirão Preto atropellado por un auto cuando
participaba de una manifestación, algo que podría agudizar las tensiones.
Pero el jueves también pudo comprobarse que la ola de protestas que comenzó
en las grandes ciudades del país ya alcanza a otras de menor tamaño.
La falta de un liderazgo claro y de una estructura orgánica del movimiento
vuelve aún más difícil cualquier negociación para los políticos.
En la manifestación de Rio hubo carteles y gritos contra Rousseff, pese a
que el martes saludó las protestas como positivas para la democracia.
El alto índice de aprobación del gobierno de Rousseff ha caído ocho puntos
entre marzo y junio según dos encuestas recientes (que no incluyen el efecto de
las protestas), un fenómeno atribuido a la insatisfacción de los brasileños con
el alza del costo de vida y el deterioro de la situación económica.
Pero el blanco principal de las críticas de los cariocas fueron el alcalde
y el gobernador estatal de Rio, pese al anuncio que habían hecho el miércoles
de rebajas del precio del transporte público, lo mismo que en Sao Paulo.
Adriana Benedict, una profesora universitaria de 58 años y con la cara
pintada en amarillo y verde para la manifestación en Río, también dijo que hay
motivos para seguir con las protestas después de la baja de tarifa de ómnibus.
"Bajó, pero el transporte público no mejoró", comentó, "y
encima se amenazó con sacar el dinero de una supuesta inversión en la salud,
que nadie sabe dónde está".
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