Aparecen en casi todas las
manifestaciones en la capital chilena, Santiago, y en otras ciudades del país y
lanzan piedras, cócteles molotov e incluso ácido a la policía.
Pintan grafitis y atacan a los
periodistas que tratan de filmarlos o fotografiarlos. Son los "encapuchados".
Y se han convertido en una característica de las protestas que han sacudido a
la sociedad chilena en los últimos dos años.
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| Ambientalistas, activistas de los derechos de los homosexuales |
Durante ese tiempo, los
estudiantes han protagonizado decenas de manifestaciones en todo el país.
Ambientalistas, activistas de los
derechos de los homosexuales, mineros del cobre y miembros de las comunidades
indígenas de Chile también han salido a las calles para expresar sus reclamos.
La gran mayoría marcha
pacíficamente, pero a menudo las protestas derivan en actos de violencia.
Pequeños grupos de jóvenes, con
sus identidades ocultas bajo capuchas y bandanas, se enfrentan a la policía,
que suele responder con gases lacrimógenos, garrotes y cañones de agua.
"Lo importante para nosotros
es seguir hablando de la educación. Tenemos que recordar que las personas que
causan la violencia son menos del 1% de las personas en las marchas"
Andrés Fielbaum, presidente del
sindicato de estudiantes de la Universidad de Chile La cobertura mediática de
las protestas tiende a centrarse en los enfrentamientos en lugar de las marchas
pacíficas que los preceden.
Como resultado, las cuestiones en
juego –el medio ambiente, la igualdad de género, los derechos de los indígenas
y sobre todo la educación– a menudo son pasadas por alto.
Las encuestas de opinión muestran
consistentemente que mientras muchos chilenos apoyan sus demandas de reformar
la educación, deploran la violencia y el vandalismo que acompañan a las
marchas.
"Lo importante para nosotros
es seguir hablando de la educación", dice Andrés Fielbaum, presidente del
federación de estudiantes de la Universidad de Chile. "Tenemos que
recordar que las personas que causan la violencia son menos del 1% de las
personas en las marchas".
Eso es cierto, pero ese
"menos del 1%" tiene un impacto desproporcionado en los medios de
comunicación, y empaña la reputación de todo el movimiento.






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