Por: VIRGEN OVALLES
Hace varios años la oportunidad llegó transformada en naves
que se instaló específicamente en el sector Caracol, Banana, una al lado de
otra, con diferentes visiones que se hicieron realidad con la aptitud de los
hombres y mujeres capaces de sacar adelante todo un pueblo que siente el orgullo
de pertenecer y vivir en medio de las inmensas montañas que alrededor de sus
faldas envuelven el correr de los ríos a
través del zumbido de las grandes y pequeñas olas que rompen barreras con el único objetivo de mantener el
coraje de seguir trinchando el camino del futuro.
De repente, ese rayo de sol mañanal que acompañaba la multitud con
el entusiasmo de progresar y llegar a la meta, poco a poco se oscurecía con
aquel atardecer que no obtuvo el respaldo para evitar ser testigo de visualizar las miradas perdidas en un abismo
de tristeza, al ver como la esperanza de esos trabajadores le cambiaron
su color original, pero como reza un dicho popular, no hay mal que dure cien
años, ni cuerpo que lo resista.
Aparentemente las cosas marchaban a la perfección, sin embargo, se
esfumó el intercambio que reinaba en los hogares, en las grandes empresas, en
los medianos y pequeños negocios, a raíz de la decisión de sus ejecutivos de no
continuar con el proyecto que hizo feliz a tantas personas permitiéndoles
hacer realidad parte de los sueños que fueron imposibilitado de avanzar al
momento que la Zona Franca de Bonao dejó de ser productiva para ser
convertida en un play, donde por primera vez en la historia del béisbol, no hay
un equipo ganador, porque sus managers decidieron despedir a sus jugadores, ya
que no fueron los suficientemente cautelosos para mantener la
responsabilidad disciplinaria que se requiere dentro y fuera del terreno.
Sin oportunidades, no se puede avanzar, sin alas es imposible
volar, así permanecen los hijos de la
Villa de Las Hortensias, sumergidos en el desempleo a la
espera de que el reclamo silencioso que por años están en el latir de los
corazones sean llevados a la realidad, porque más que una emergencia necesaria,
es una necesidad reestablecer el despertar de los bonaenses, que con sus
habilidades se entregaron en cuerpo y alma, convirtiéndose en máquinas
competitivas de aquellos aparatos que
fueron el complemento de las fábricas que a pesar de la corta parada que
hicieran en la puerta que da la bienvenida al Cibao, revolucionó la economía
que hoy permanece rezagada de los que tienen el poder para echarla andar.
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