Mientras el pueblo chavista jura
fidelidad, manifiesta y reza, el pueblo opositor espera, anhela y ve ocurrir
los acontecimientos por televisión.
Más de seis
millones y medio de personas votaron por una opción distinta a Hugo Chávez en
octubre pasado. Es el 44% de un país que, ante el inesperado cambio de
circunstancias producido por el agravamiento de su enfermedad, no halla cómo
articular esa fuerza.
Las redes
sociales expresan el dilema que enfrentan por estos días los opositores:
mientras algunos se quejan de la inacción y llaman a tomar la calle, otros
piden calma, cordura...y paciencia.
Un observador
podría concluir, sin mucho análisis, que el permiso indefinido otorgado a
Chávez para su recuperación representa una oportunidad de colarse y lograr un
cambio para esos seis millones y medio.
Pero los males
que vienen aquejando a la oposición desde hace años no mejoran con las
circunstancias y el panorama parece ser tan poco claro como los informes sobre
la salud del mandatario.
Neutralizada
El extenso
gobierno de Hugo Chávez ha sido exitoso en sus esfuerzos por neutralizar a la
oposición. A las "cúpulas podridas" había que aniquilarlas, según
dijo muchas veces.
Y poco quedaba
de ellas en 1998, cuando llegó por primera vez al poder. El desgaste,
fraccionamiento y carencia de líderes de los partidos tradicionales eran ya de
tal magnitud, que explican de por sí su victoria original.
"La cucaracha no tiene con qué
sentarse. No hay con qué repetir nada ni siquiera inimaginablemente similar a las
manifestaciones de abril (de 2002)".
No sería
descabellado decir que la profundidad de los cambios que se avecinaban no la
calibró la oposición en un primer momento.
Todavía jugando
con las reglas políticas del pacto implícito que había prevalecido los 40 años
anteriores, en que el partido mayoritario reconocía la fuerza de la minoría y
la minoría respetaba la voluntad de la mayoría, una Corte Suprema de oposición
le dio luz verde a Chávez para convocar una Asamblea Constituyente en 1999.
La oposición
quedó virtualmente fuera de la redacción de la nueva Constitución (sólo obtuvo
seis de 131 escaños). Y la Constitución sacó a la oposición de la Corte
Suprema, el Consejo Electoral y los órganos del llamado Poder Ciudadano.
Más tarde la
oposición se sacó a sí misma de la Asamblea Nacional cuando decidió no
presentarse a la elección de 2005 con objeto de boicotearla. Un error crucial,
del que sólo se recuperó parcialmente en la Parlamentaria de 2010, cuando logró
construir una unidad que, aunque precaria, ganó 65 de 165 escaños.
Complejo de abril
Otras cuotas de
poder opositor dentro de las Fuerzas Armadas y de Petróleos de Venezuela, así
como la influencia del sector empresarial, fueron desmanteladas tras el fracaso
del golpe cívico-militar de abril de 2002 que sacó a Chávez brevemente del
poder y el paro petrolero de 2002-2003, con todas sus protestas de millones de
opositores.
"La
cucaracha no tiene con qué sentarse. No hay con qué repetir nada ni siquiera
imaginablemente similar a las manifestaciones de abril (de 2002)", le dice
a BBC Mundo el consultor político Ángel Álvarez.
Pero además,
aquellas acciones de 2002 y 2003 dejaron entre los opositores más que el mal
sabor de la derrota. Marcaron un punto de inflexión para el chavismo, que
emprendió un camino más radical. Que pudo sostener porque lo hizo avanzar de la
mano de grandes programas de distribución de beneficios - las llamadas
"misiones" -, financiados por una bonanza petrolera sin precedentes.
Por eso, para
algunos la idea de repetir la experiencia es inconcebible. Como le dijo a BBC
Mundo Eduardo Semtei, ex funcionario chavista, opositor desde hace varios años
que ahora colabora con el excandidato presidencial Henrique Capriles: "Hay
una parte de la oposición tirapiedras, que en cada oportunidad que el gobierno
se equivoca ven un chance para crear un movimiento de masas. Y eso no está planteado en los actuales
momentos".
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