Desde su fundación el 21 de enero del 1939, el Partido Revolucionario
Dominicano (PRD), sostiene convulsos y acalorados conflictos entre sus
dirigentes, miembros y simpatizantes que han contribuido a la división y; por
ende, a la destrucción sinequanon de esa organización política, violentando los
principios patrios y nacionalistas, sin tomar en cuenta el discurso puesto de
manifiesto por su otrora líder, doctor José Francisco Peña Gómez, quien se magnificó como la bujía
inspiradora para mediar en tiempos de crisis.
Estamos
ante un partido blanco con el jacho dividido en dos pedazos, que se extingue e irrespeta
los símbolos patrios y los principios enarbolados por Duarte, Sánchez, Mella y
Luperón, donde sus principales dirigentes patrocinan la violencia, cuando
debieran promover la moral y las buenas costumbres poniéndola en práctica.
La división del partido blanco está segmentada desde la estructura dirigencial hasta las bases de
menor cuantía, utilizando este último recurso como carne de cañón para provocar
los mas trascedentes y lamentables conflictos, encabezados por sus principales
dirigentes, Hipólito Mejia y Miguel Vargas Maldonado, con la resultante de
heridos a palos, pedradas y balazos, que no tienen ningún tipo de efectividad
para el futuro democrático, electoral y participativo de la República
Dominicana.
Es hora
de relanzar esta organización política; y eso podría lograrse, dejando atrás
los conflictos y expulsando definitivamente a Hipólito Mejia, Miguel Vargas
Maldonado, Orlando Jorge Mera, Geanilda Vásquez y otros seguidores de las dos
principales facciones, para que se abran las cortinas y se democraticen
abiertamente las bases, a fin de que pueda resurgir una fuerza que nueva vez una
el jacho y desaparezca el oportunismo.
La tozudez de la dirigencia perredeísta está poniendo fin a una estructura
definida por grandes tratadistas de la política, como una de las principales
fuerzas, en la cual se abrigó la esperanza de que podría poner fin a la
partidocracia corrupta que durante siglos se esconde en los principales
partidos sin vislumbrar escollos en la esferas de una economía que trascienda el
manejo pulcro de las finanzas públicas.
Se equivocaron los más de dos millones de dominicanos que el pasado 20 de
mayo del 2012 confiaron en Hipólito Mejia y preñaron las urnas de votos, porque
un dia después del natalicio de Juan Pablo Duarte, fundador y creador de la
independencia, se fajaron como animales enardecidos y salvajes con la respuesta
de bombas disparadas sin control por miembros de la Policía Nacional, dejando
una secuelas de heridos.
Asi no se le rinde homenaje al prócer de la patria, sino que se enaltece y
manifiesta el más vil, vulgar y grandilocuente
acto de violencia contra una celebración que debió servir de puntal para
que la dirigencia alta y media del PRD socializara sus asperezas divisionista,
rindiendo un culto homenaje a Juan Pablo Duarte y Diez en el altar de la patria
y promoviendo este acto de bonanza en todas las provincias para concertar con
las bases y revivir el pensamiento del líder y fundador de ese partido el
profesor Juan Bosch.
Luego
de su primera divergencia por desacuerdos, registrada 1944, el PRD y sus
máximos líderes no han levantado cabezas, porque cada quien anda como los
roedores sacando capital a sus interese, a merced de la salvación del país, sin
dejar de recordar las funestas fechas conflictivas y divisionistas del 5 de
julio de 1961, a su llegada al país, durante la escogencia de los candidatos
para el proceso electoral del año 1962.
El país
esta ávido de partidos políticos con pensamientos democráticos que estén por
encima de sus intereses particulares y coadyuven a trabajar por un futuro
promisorio del desarrollo, la estabilidad de la economía y al rescate de la
moral partidista para socavar la corrupción.
El autor
es periodista
Enero
28, 2013
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